Ella abre los ojos.
No siente las piernas, ni los brazos.
Ni siquiera abre los ojos.
Tiene la pequeña esperanza de haber muerto.
Teme abrirlos y ver que está en su habitación, o en el hospital.
Recuerda sus manos temblando.
Recuerda la cuchilla rozando su muñeca.
Pero no recuerda sangre, ni dolor.
Sus ojos reciben la orden, y se abren, lentamente.
Ella ve algo oscuro.
Mueve los brazos y encuentra sus piernas.
Ha vuelto a dormir abrazada a sus rodillas.
Ella se levanta y se mira al espejo.
Siquiera mira el suelo, con pequeñas gotas de sangre.
Se viste de uniforme y sale del cuarto.
Desayuna, en silencio.
Luego limpia su habitación, y se va, cojeando.
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